Tlacotalpan: Rescate animal durante la inundación

Historia ocurrida en Tlacotalpan después de una inundación que dejó sin hogar a cientos de personas para también a muchos animales, quienes estaban a la deriva sin que nadie viera por ellos.

No había duda. Los ladridos revelaban la presencia de tres perros atrapados. Gabriel Franco observó el fondo del pasillo. ¡Ya los vi! — gritó con entusiasmo —. Vete por el otro que está en el techito. Con el agua por debajo de la cintura, caminamos con dificultad hacia donde se escuchaban los ladridos. Al llegar al fondo de la vivienda inundada una nube de mosquitos se agitó a nuestro alrededor . Gabriel me entregó una lata de alimento. Luego, se dirigió a una pequeña barda. Ahí estaban dos perritos criollos de mediana estatura. Se me encoge el corazón al ver que ambos se resguardaban en una pequeña superficie de apenas 30 centímetros de diámetro; estuvieron más de una semana abandonados, expuestos a la lluvia, al frío y sin alimento. Sin forma de escapar de la inundación.

Caminé hacia una pequeña covacha con techo de lámina carcomido. Subí por una ventana y me encontré con una perra criolla de gran tamaño, color café, con discretas manchas negras, desnutrida y con lagañas. Me gruñó mostrando sus colmillos; su expresión revelaba un profundo miedo y desconcierto. A pesar de la advertencia, me acerqué lentamente, mostrándole la comida y tratando de tranquilizarla. Pudo más su hambre que la desconfianza. En pocos segundos estaba comiendo de la lata.

Reflejo de la tragedia

Al terminar me volteó a ver. En sus ojos percibí una mirada desgarradora que me narraba su tragedia: el agua inundó su hogar. Los amos salieron corriendo con las brigadas de rescate. No pudo seguirlos. Las personas de la lancha no le permitieron subir. La dejaron a su suerte. Tuvo que nadar para buscar un lugar firme y evitar ahogarse. Así llegó al techo de lámina, donde permaneció durante más de una semana sola, sin comida y tomando agua anegada. Mojándose cada vez que llovía y observando cómo el nivel del agua iba subiendo.

Agradecida por la comida, me permitió cargarla. Fue cuando me percaté de que estaba preñada. La bajé del techo y la saqué de la casa. Al depositarla en la lancha, me dio las gracias con su mirada. Con esa forma tan profunda y conmovedora que tienen los perros de ver a las personas, pude sentir su gratitud. Le acaricié la cabeza y recibí un lengüetazo en la mano. Al secarme el sudor de la frente con la manga de mi camisa, veo algo en la tela: está llena de garrapatas.

Gabriel terminó de darles de comer a los demás perros que ya estaban a salvo en la lancha. Seguimos caminando por las calles inundadas de Tlacotalpan buscando animales abandonados y en problemas.

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Inicio de la inundación en Tlacotalpan

Tlacotalpan es un pintoresco pueblo mexicano del estado de Veracruz, ubicado en las inmediaciones del río Papaloapan. Famoso por su centro histórico que fue declarado por la Unesco como patrimonio cultural de la Humanidad, en 1998. También es conocido por su cruel fiesta religiosa llamada «embalse de toros», donde los pobladores torturan de diversas formas a 6 toros cebús, en honor a la Virgen de la Candelaria. Al final del festejo, los que sobrevivieron son trasladados al rastro para ser sacrificados.

El poblado se hizo famoso por la terrible inundación provocada por las inusuales lluvias ocurridas durante finales de agosto y principios de septiembre del 2010. En algunas zonas el nivel del agua alcanzaba casi los 2 metros, situación que obligo la evacuación de todos los pobladores.

A veces pienso que la naturaleza actuó de la misma forma que lo hacen los pobladores de Tlacotalpan con los toros cebús, que torturan y sacrifican cada 2 de febrero.

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Las causas de que el río Papaloapan subiera de forma alarmante, cubriendo Tlacotalpan, fue el pésimo manejo en el desfogue de las presas Cerro de Oro y Temascal — ambas ubicadas en el estado de Oaxaca —, así como un prolongado periodo de lluvias torrenciales que superó los registros históricos de precipitación pluvial de la zona. Esta situación desembocó en la inundación de la zona: las carreteras y caminos hacia el poblado se perdieron en las enfurecidas aguas del Papaloapan.

Una más de los militares

El 5 de septiembre, el gobernador en turno del estado de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán, ordenó la evacuación de la población de Tlacotalpan. Las brigadas de rescate, integradas por personal militar y protección civil, se dieron a la tarea de sacar por lancha a los damnificados. Según versiones de los mismos pobladores, los militares no les permitieron llevarse a sus mascotas.

Ya sea porque prohibieron la evacuación de personas con animales a las lanchas o por la indiferencia de los dueños de las mascotas, se abandonaron a decenas de animales en Tlacotalpan. Algunas las abandonaron en la calle, otras fueron amarradas y varias más encerradas. En poco tiempo, muchos animales se ahogaron o murieron por infecciones respiratorias o inanición. Las autoridades municipales, estatales y federales ignoraron por completo esta situación.

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Luz de esperanza

Como ocurre durante las desgracias, la rapiña se hizo presente. En el muelle de Bella Vista, ubicado a las orillas del río Papaloapan, un lanchero les cobró $1,200 pesos para llevarlos a Tlacotalpan y otros $ 1,200 para sacarlos. No le importó que fueran para realizar labores de rescate. Isabel González y Gabriel Franco, rescatistas independientes del puerto de Veracruz, tuvieron que pagar. Era la única forma de llegar o salir de Tlacotalpan. Ese 8 de septiembre, Isabel y Gabriel llegaron a un pueblo fantasma, devorado por el agua, la desolación y la muerte.

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A pesar de carecer de asesoría, equipo, experiencia y apoyo, se guiaron únicamente por la determinación de actuar en favor de los animales desprotegidos y abandonados. Esa noche regresaron al muelle de Bella Vista con 15 perros con vida.

Isabel y Gabriel son una joven pareja que viven en el puerto de Veracruz. Cada uno tiene sus respectivas profesiones y un próspero negocio familiar. Su desinteresado amor por los animales los hizo actuar de forma instintiva cuando se enteraron de la tragedia en Tlacotalpan. Jamás se imaginaron el eco que tendrían sus acciones. Gracias a que Isabel subió a Facebook diversos informes sobre los avances del rescate, así como la curación de los animales damnificados, diversas personas y grupos se fueron incorporando. Las primeras imágenes de la tragedia fueron un elocuente detonante. Fue así como me enteré de su labor. Sorprendido por la iniciativa de Isabel y Gabriel, decidí unirme a su causa. Salí de la Ciudad de México para trasladarme al puerto de Veracruz.

Rumbo a la zona de desastre: Tlacotalpan

En la madrugada del sábado 10 de septiembre llegué a casa de Isabel, centro de reunión y organización de los rescates. Después de cargar los vehículos con comida y provisiones, nos dirigimos al puerto de Bella Vista. Con las duras lecciones aprendidas en su primera incursión, y con el apoyo de varios voluntarios y veterinarios, nos dirigimos a Tlacotalpan, equipados con dos lanchas con motor, jaulas, correas, tranquilizantes, agua y decenas de bolsas de comida para perro, gato y pájaros.

Las maniobras de rescate duraron todo el día; al final se lograron rescatar 18 perros, lamentablemente dos de ellos estaban graves y murieron. Los demás fueron atendidos y curados por los veterinarios voluntarios. Algunos perritos regresaron con sus familias, otros fueron puestos en adopción.

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Nuevas tormentas

La tarde del sábado 16 de septiembre recibí una llamada de Isabel quien me informo de una alarmante situación. El río Jamapa nace Puebla y desemboca en el municipio de Boca del Río, Veracruz. A consecuencia de las lluvias torrenciales provocadas por el huracán Karl, el nivel del agua subió casi los dos metros. Karl entró en la madrugada del sábado y en pocas horas inundó los poblados y fraccionamientos que se encuentran en las inmediaciones del río (Puente Moreno, Arboledas, Casa Blanca y Arboledas San Ramón). Las carreteras que comunican a Veracruz con dichas poblaciones se bloquearon; el agua del río las cubrió.

Antes del anochecer, Isabel y Gabriel, junto con su equipo de rescatistas, salieron para ayudar a los afectados. Además de los perros y gatos, salvaron a las familias que habían quedado atrapadas. Los elementos de la Marina y Protección Civil del estado no llegaron esa noche. Sólo había lanchas de civiles que decidieron enfrentar los riesgos de las fuertes corrientes con tal de auxiliar a las víctimas. La noche fue difícil. Había desconcierto y caos; en la oscuridad se escuchaban los gritos de personas y de animales que pedían auxilio.

Los elementos de la Marina y Protección Civil del estado llegaron hasta el día siguiente, efectuando las acciones de rescate y desalojo de víctimas por medio de lanchas y helicópteros. En esta ocasión hubo un poco más de cordura de los rescatistas, quienes permitieron que los damnificados se llevaran a sus mascotas. Sin embargo, esta actitud no fue aplicada por todos. Algunas familias se negaron a ser evacuadas cuando algunos rescatistas les prohibían subir a la lancha o helicóptero con sus animales. Así pasaron los días, entre la recuperación de animales abandonados, el esfuerzo por coordinar a los veterinarios y la búsqueda de ayuda.

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Tlacotalpan: Futuro incierto

El gradual aumento de la temperatura a nivel global ha propiciado una mayor vaporización del agua, en particular en las costas de los países ubicados en la zona intertropical, como lo es México. Si consideramos que la condensación del agua es la energía que da fuerza a los huracanes, podemos comprender por qué cada vez son más violentos. En las zonas donde se forman los huracanes surgirán ciclones tropicales cada vez más poderosos y destructivos que afectaran principalmente a las ciudades y poblados que se encuentren a orillas de ríos y mares. No sólo dañarán a sus habitantes, también a los animales.

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Si bien es cierto que no se pueden evitar las tragedias producidas por los fenómenos naturales, también lo es que la infraestructura de muchos países —incluso los subdesarrollados como es México— tiene la capacidad de amortizar los daños materiales y socorrer a los damnificados con servicios médicos, albergues, ropa y alimento. Pero ¿y los animales?, ¿quién ve por ellos?

En una sociedad tan indiferente con los animales, que los ve como objetos y cree que no tienen emociones, además de ser víctimas de la crueldad humana, ahora tienen que enfrentar los efectos del calentamiento global. Sin menospreciar los daños que sufrirán miles de familias, lo cierto es que los animales padecerán mucho más. Ellos no tienen como defenderse, escapar o protegerse.

Las primeras advertencias

Las desgracias ocurridas por las inundaciones en Veracruz y Tabasco, son una señal de lo que nos depara el futuro. Es un aviso para todos aquellos que tienen conciencia ecológica y respeto por las diversas formas de vida, para que actúen de inmediato. Ya sea en lo individual o en lo colectivo, hay que desacelerar el cambio climático. Se puede hacer de diversas formas, sólo se necesita iniciativa y determinación, como las mostradas por Isabel González y Gabriel Franco, extraordinario ejemplo de lucha y protección por la vida y los derechos de los animales.

A pesar de que su actividad no ha sido reconocida por las autoridades y medios de comunicación, continúan con su labor. En realidad no les importa. Su mayor recompensa es llegar a su casa con la satisfacción de haber ayudado a quienes no tiene voz. Cada vez que abren la puerta de su hogar, siempre son recibidos con cariño por sus ocho perros, que todos los días los esperan para darles la bienvenida.

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